- Analizamos, en
un breve recorrido por el Plan Bolonia es España, como está situada la
educación universitaria en nuestro país.
Hace unos meses, una compañera de clase
que realiza prácticas en los estudios de Inforadio en la facultad de Ciencias
de la Información de la UCM, me pidió mi colaboración para
terminar un ejercicio evaluado de la asignatura para la que realiza estas
prácticas.
El ejercicio consistía en, a
través de una breve pregunta, conocer la opinión de algunos alumnos de la
Complutense sobre la implantación del Plan Bolonia en las aulas de la misma, ya
que se cumplía el 3º aniversario de entrada en vigor.
Sin dudarlo acepté. La situación ofrecía
la posibilidad de ayudar a un compañero de estudios, y además me permitiría dar
mi abierta opinión en un medio sobre un tema que me incumbe y afecta de manera
personal.
Como ejercicio era necesario, no solo grabar
la opinión, sino transcribirla para su entrega al tutor de la práctica, así
como a los miembros pertinentes que componen Inforadio. Supuse pues, que
esta sería una medida de "control" sin mayor relevancia. Aunque más
tarde podremos razonar que no fue así.
A continuación publicamos el contenido de
la breve entrevista:
Pregunta - "¿Crees que la implantación de Plan Bolonia en el sistema universitario español está siendo el adecuado?"
Respuesta - “Considero que la
implantación es mediocre, inadecuada e insuficiente Razonaré mi respuesta en
torno a 3 puntos.
1. El problema de la implantación del plan
en España es que la inversión en recursos para educación es escasa de raíz y
mal gastada desde hace mucho tiempo desde el propio gobierno y desde los
departamentos de investigación de las universidades. Por lo que se deduce que
la implantación de un proyecto educativo que pretende igualarnos al nivel de
Europa es inadecuada e insuficiente sin haber arreglado nuestros problemas
internos en materia de educación.
2. En segundo lugar, y aunque se hubiera
logrado una correcta implantación, los pequeños reinos de taifas en los que se
han convertido las cátedras y sus departamentos, impediría de lleno el uso
adecuado de los recursos, tanto económicos como educativos, del plan Bolonia
para el alumnado. Ya que estos mismos departamentos priman su ego por encima
del de los demás, antes que por el interés en la enseñanza de conocimientos a
los alumnos.
3. Y en tercer lugar diré que es mediocre
su adaptación en consonancia con el nivel del alumnado universitario español,
que es pésimo. Mientras no se entienda que estos recursos están destinados para
preparar a una sociedad útil y no para gastar subvenciones en asociaciones
estudiantiles o en clubs de recreo político, no encajaran tales planes
educativos, como es Bolonia, en la estructura educacional de España”.
Tras terminar la grabación y transcripción
de las líneas de arriba y darnos las educadas gracias y de nadas por la
colaboración mutua, mi compañera me animó a escuchar el resto de
opiniones obtenidas, así como la mía propia, en el programa en el que se
emitirían más tarde ese mismo día.
Hasta el momento, y con el sabor de haber hecho algo correcto y útil, no cabía ninguna sospecha.
Sin embargo, la sorpresa llegó cuando a la citada hora, en el programa se escucharon opiniones en consonancia positiva con la implantación del plan, aunque cierto que no de acuerdo en su totalidad, y las menos con cierto carisma negativo referido a la forma de este y su implantación, pero que le daban un aprobado, y ni rastro de opiniones contrarios y mucho menos de los párrafos facilitados en este reportaje.
Escuchado lo cual, servidor comenzó a cavilar. Un primer razonamiento giró en torno a la idea de que mis palabras no hubiesen conseguido traspasar las barreras del "control" rutinario que supuse. La otra opción haría referencia a que no hubiese quedado tiempo literal para la emisión de más contenido.
Resignado, opté por aceptar la segunda opción, en la que el inexorable tiempo impidió dar cabida a más resultados.
A pesar de ello, generó en mi persona una duda. Ya que como estudiante universitario, conozco de primera mano la opinión y el saber de muchos de mis compañeros sobre la implantación del Plan Bolonia. Parecer sobre el que me atreveré a decir que no es en grado alto positivo, y que se contrapone sin embargo a la opinión que se pudo entender (o "mal interpretar", si lo prefieren así) de las entrevista emitidas.
Y la duda, como decimos al margen de la opinión generalizada del alumnado, es si los problemas que está planteando el Plan Bolonia son puramente económicos, políticos, educativos, o existe otro trasfondo que impide que este plan europeo funcione en las aulas universitarias de España.
El sube y baja de los
recortes.
Así, si
analizamos la situación de la actual universidad española, adscrita al Plan
Bolonia, desde un punto de vista económico y político, no podemos obviar a tan repetido término en todos los medios
durante los últimos 5 años: La crisis.
La enseñanza universitaria
sufre una reducción del 62,5%, pasando de los 399,6 millones de euros en 2011 a
149,6 millones en 2012.
La crisis económica ha golpeado
con dureza los cimientos económicos de nuestro país. Desde un punto de vista
macro y micro. No solo la fórmula económica del Estado se ha visto afectada,
sino que por ende se ha visto afectada la situación social de la población. Y
aunque sin entrar en análisis profundo sobre este campo, si la economía afecta
a la estructura principal del estado de Bienestar, los primeros que sufren las
consecuencias son los servicios sociales y públicos.
En este contexto, donde los
temibles “recortes” afectan a nuestra sociedad del bienestar, los primeros
pilares de esta en sufrir son la salud, la accesibilidad y cohesión social, I+D
del país y la educación. En nuestro caso, la educación universitaria. Así pues,
el Gobierno actual, es vistas de una posible recuperación económica, está
disminuyendo de los presupuestos del estado las aportaciones monetarias en
estos campos. Por ejemplo en el campo que nos ocupa, ha decidido recortar más
de 623 millones de euros en el presupuesto destinado a Educación, lo que supone
un 21,9% menos que en 2011. En concreto, la enseñanza universitaria está una
reducción del 62,5%, pasando de los 399,6 millones de euros en 2011 a 149,6
millones en 2012.
Esta decisión, como era de esperar, ha
despertado la preocupación en el ámbito docente, el cual se ha visto muy
afectado por los numerosos recortes educativos. Los recortes en las
universidades están provocando problemas de tesorería, pago de nóminas, deudas
a proveedores, despido de profesores y falta de inversiones y equipamiento, lo
que llevará a una reducción de facultades. Dos de estas medidas ha sido el
incremento de las tasas universitarias y la dificultad de acceder a becas de
estudios superiores.
En cuanto la subida de tasas
universitarias, a petición del Ministerio de Educación, aunque no ha habido un
aumento generalizado para todas las titulaciones este año lectivo, solo algunas
han incrementado entre 200 y 300 € más que el año anterior, sin tener en cuenta
las segundas y terceras matriculaciones. Según Lucia Figar, consejera del ramo,
la subida por cada crédito fue de media entre cinco y seis euros. Con esta
subida de tasas, el ministerio pretendía recaudar unos 175 millones de euros
solo en la Comunidad de Madrid. Tasas que han afectado en mucho las
posibilidades de estudio de los alumnos, que en algunos casos han tenido que
abandonar los mismo, debido a que, en esta misma situación de crisis en la que
se están dando estos recortes, sus familias no pueden pagar sus matrículas y el
paro juvenil por encima del 25% impide que se puedan financiar los estudios de
manera propia.
En la misma línea El Ministerio de
Educación, que otorga las becas universitarias, ha endurecido las condiciones
para obtener la misma. Durante este curso será necesario tener un 5,5 de media
para conseguirla y aprobar un 90% de las asignaturas cursadas hasta el momento,
para mantener la beca. El alumno que no supere el 50% de las asignaturas
matriculadas tendrá que devolver el dinero que ha recibido. Además para el
próximo curso 2013-2014, para poder acceder a las becas del Ministerio, habrá
que tener de media un 6,5 y tener todas
las asignaturas superadas.
Estas medidas impuestas por el actual
Gobierno y el Ministro de Educación, José Ignacio Wert, tienen como objetivo
principal, a parte del ahorro, que las Universidades no se conviertan en
expendedoras de títulos para todos aquellos que accedan a estudios superiores, sino
que exista cierto equilibro de calidad. Es decir, que se convierten en medidas
preventivas para que, aquellos que estén decididos a estudiar, lo hagan con las
mismas facilidades de antes pero subiendo las medidas de corte.
Con medidas como estas, se pretende igualar
la “calidad” a las nuevas categorías europeas. De hecho, en palabras de propio
ministro, lo que se pretende es que la “élite enseñe a la élite, en un entorno
correcto para la enseñanza superior, la enseñanza universitaria”. En definitiva
igualarse a las nuevas formas europeas de educación, de ahí la aprobación
pasada del Plan Bolonia.
Pero de nuevo, los recortes impiden que la
“calidad” universitaria española aumente. Ya que, para que se enseñe, en
necesario tener un cuerpo de profesores capaces, y los recortes lo impiden. Los
centros cubrirán la baja de los profesores con sus propios recursos, siempre y
cuando esta no pase de los diez días, en vez de los tres días que eran antes.
El no introducir en los centros a profesores que sustituyan las bajas podrá
dejar a alumnos sin clase durante varios días, ya que aunque lo intente cubrir
con sus propios recursos, los alumnos perderán el ritmo de estudio que tenían
con el titular. Y en segundo lugar existe la medida sobra la tasa de reposición
de los docentes reducidas un 10%. Las plazas que se han ofertado para poder
acceder al cuerpo docente ha sido de 190, un 10% menos que el año anterior. El
número de plazas es mucho menor al número de jubilaciones que han tenido lugar
en los centros educativos de la Comunidad de Madrid, por lo que han quedado más
vacantes, pero no se pueden cubrir porque no hay recursos suficientes.
Es por ello, como enunciábamos en párrafos
más arriba, que el intento de equiparar la educación española al nivel europea
a través de recortes durante un periodo de crisis es una pedida imposible, por
no decir una mentira. Para alcanzar los niveles del resto de países de la UE es
necesario un proyecto educativo completamente nuevo, que articule unos nuevos
cimientos para dar formar a la estructura educativa del país. Reforma que ha de
atravesar desde la educación infantil, hasta la universitaria, en todos los
estadios de la educación. Y para la que es necesario también un desembolso
económico importante, que los actuales recortes impiden.
Pero, sin embargo, el que existan recortes
sobre los presupuestos para la educación, y especialmente los dirigidos a la
superior, no es más que la punta del iceberg de los problemas que arrastra la
estructura de la educación universitaria española. Existen muchos otros, entre
ellos uno que servidor considera imprescindible solucionar: Una mediocre
implantación del Plan Bolonia.
La realidad de Bolonia
El Plan Bolonia, que fue objeto de especial
atención informativa antes de su implantación, sobre todo debido a la contestación
que generó, tanto por parte de los estudiantes como de los profesores, en la
actualidad pocos medios de comunicación hablan de este plan europeo, entre
cuyos principales objetivos cabe destacar la mejora de la calidad de la
educación superior y la movilidad de los estudiantes dentro del llamado Espacio
Europeo de Educación Superior (EEES). Sin embargo, como hemos enunciado en
la introducción de este reportaje, la preocupación por su implantación adecuada
o no, es un problema latente tanto en el profesorado y los estudiantes. Y si
cabe más por los estudiantes.
Y es que, por mucho que se intente
esconder, las dificultades en su implantación son evidentes. La implantación
del Plan Bolonia (que
algunos han comparado con la del euro, no tanto por tratarse también de ámbito
europeo sino sobre todo por su complejidad) no ha sido una tarea nada fácil.
Los elementos comunes de los sistemas universitarios de los países de Europa
eran, antes del Plan, escasos. "Como todo proceso de cambio en una
máquina grande y antigua, su implantación ha producido muchos chirridos. De
todas formas, no sé hasta qué punto es Bolonia quien ha provocado los chirridos
o es el modo en el que se ha implantado Bolonia en cada Facultad en
concreto", dice Arturo Elosegi, catedrático de ecología de la Facultad
de Ciencia y Tecnología de la Universidad
del País Vasco, en una entrevista realizada en educaweb.com.
Elosegi recuerda que "el Plan
Bolonia daba la oportunidad de rediseñar el mapa de titulaciones y los
contenidos de cada titulación, y de hacerlo no en base a los equilibrios de
poder de los distintos ámbitos universitarios sino en base a lo que se supone
que debería saber hacer una persona con una determinada titulación, eso que hoy
en día llamamos las competencias. Mi impresión es que ha habido grados que se
han diseñado siguiendo criterios muy razonables, mientras que en otros se ha
perdido una oportunidad de oro y han mantenido el status quo". Y
añade: "Cuando comento con mis colegas los problemas que produce
la implantación del Plan Bolonia, me da la impresión de que las distintas
opiniones que recibo reflejan más las peculiaridades de cada departamento
(elementos como la proporción de estudiantes por profesor) o las preferencias
de estilo de cada persona, que una fortaleza o una debilidad real del
Plan".
Hace una década que empezó el largo proceso
de reconversión al modelo Bolonia, un proceso que Esther Giménez-Salinas, que
ha sido rectora de la Universitat
Ramon Llull durante todo el proceso de adaptación de la
universidad al Plan Bolonia (dejó el cargo a finales del curso 2011-12)
describe como "un inacabable tejer y destejer en función del
ministro o de la ministra de turno. En estos años hemos tenido hasta seis
ministros de Educación, cada uno de los cuales ha querido implantar su
programa, con la consiguiente destrucción de una parte de lo que se había
realizado anteriormente. Así hemos hecho y deshecho el camino hasta alcanzar la
meta de la implantación de Bolonia en 2008, con seis años de retraso respecto
la media europea", subraya Giménez-Salinas, y dice que estos años han
sido una locura para nuestras universidades: nos hemos visto obligados a
reconvertir todos nuestros estudios a grados y másteres; a ser evaluados,
corregidos y en algunos casos incluso suspendidos por las agencias de calidad.
Finalmente Giménez-Salinas afirma que "la tarea de adaptación que
se realizó durante todos estos años fue muy dura. En mi universidad, en la que
reconvertimos unos 80 títulos, si contamos las horas de dedicación que supuso
la gestión, planificación y adecuación de los títulos, así como el proceso de
tramitación, he calculado que supuso un coste aproximado de 1.500.000 euros,
que tuvimos que asumir íntegramente nosotros".
Así, podríamos
concluir que, nos solo por los recortes económicos, sino por la situación
educativa del país, la implantación del Plan Bolonia es mediocre. Y que la
pretendida igualdad del sistema universitario europeo no se está consiguiendo.
Muchos de estos
malos resultados se han achacado a que la población joven española no está
interesada en formarse a través de estudios superiores. Sin embargo, los datos
confirman lo contrario. España está muy por encima de la media de la UE en
cuanto a escolarización primaria y superior se refiere.
Los datos de Clasificación
Nacional de Educación (CNED) en 2011 en su informe para la UE, arrojaba como
resultado que nuestro país es uno de más escolarizados de los 27. En España, el
porcentaje de mujeres de 25 a 34 años con nivel de educación superior y
Doctorado es del 44,1%, el de varones es del 34,4%. En la UE-27 estos
porcentajes son 38,7% de mujeres y 29,8% de varones.
Entonces, si a
pesar de los recortes, las subidas, y el descontento generalizado de los
estudiante por la situación de la universidad, los datos nos muestran que el
nivel de licenciados es más que aceptable ¿dónde y cuál es la astilla clavada
en la educación universitaria española? Pues, que al igual que ocurre con la
administración pública del país, la universidad española es una enorme nación
compuesta por pequeños reinos de Taifas y enmarcada por las duplicidades
administrativas y el desbordamiento de funciones innecesarias.
Hay quien está desbordado y hay quien sigue
funcionando más o menos como antes. Pero incluso cuando estamos desbordados, el
problema es no tanto Bolonia como el aumento de burocracia que hemos sufrido
con su implantación. Por ejemplo, se han creado numerosas comisiones para
diseñar cada uno de los aspectos de Bolonia dentro de cada titulación (léase
tutorías, horarios de clases prácticas, trabajos de fin de grado...), y cada
una está realizando su trabajo lo mejor que puede, pero a menudo
ignorando que en conjunto están obligando tanto al profesor como al alumno a
una carga burocrática excesiva. Por ejemplo, los seminarios acaban siendo una continuación de las clases magistrales
o simplemente no han sido preparados, y el resultado son dos horas poco
provechosas. Además, la mayor incongruencia es que los profesores ponen mucho
trabajo a los estudiantes durante la evaluación continua (lo cual es adecuado) pero no te devuelven los
cuatro ensayos que has tenido que escribir durante el trimestre hasta después
del examen final (A directamente, no se devuelven. Y lo que es peor, en muchas ocasiones ni
se puntúan ni se tiene en cuenta para la nota final. Si no que se trata del
pasaporte que te lleva a jugártela en el examen, como ocurría antes del Plan
Bolonia.
En resumen, la
propuesta de Bolonia es una relación de feeb-back entre universidad-ciudadano;
profesor-alumno. Pero si no recibes "feed-back", no hay posibilidades
de mejorar. Y los principales actores de que se genere esta relación son los
profesores. Sin embargo, la falta de aplicación por parte de los profesores que estaban acostumbrados
a sólo corregir los meses de exámenes finales es la verdadera realidad. Podemos
suponer que también están desbordados, presionados por la investigación y el
aumento de horas (sumado a la reducción de salario). Pero el sistema sigue
fallando.
Se han tardado
varios lustros en homogeneizar el sistema universitario europeo, la Declaración
de Bolonia fue firmada en 1999 ¿Se ha conseguido en este tiempo aumentar la
calidad de la docencia y de la investigación en la universidad? Parece que sí,
aunque habrá que explorar el sistema universitario dentro de unos años
para confirmar esta tendencia.
La comunidad universitaria es bastante
conservadora, en el sentido de que le cuesta adaptarse a los cambios, gracias
en parte a la "libertad de cátedra", que se utiliza a menudo como
excusa para no cambiar, y es demasiado fácil echar la culpa de cualquier
problema de rendimiento al alumno. También es cierto que se pretende cambiar el
producto sin cambiar la maquinaria universitaria, es decir, ofrecer algo
distinto pero con la misma plantilla de profesores y personal de servicios que
antes. En el caso de Bolonia, todavía llevamos poco tiempo para poder apreciar
realmente cuáles han sido los aspectos positivos y cuáles hay que mejorar.
Así, hasta que en España no se mejoren los
problemas internos a nivel educativo, tanto en estadios económicos como
administrativos, será casi imposible que esto planes de igualdad con el resto
de Europa se adopten en todos sus niveles. Mientras, solo nos queda saber que
nuestra opinión puede ser callada y escondida, como hemos expresado en los
primeros párrafos de este reportaje, porque hasta el momento la implantación de
Bolonia en nuestro sistema educativo es mediocre.
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